lunes, 27 de marzo de 2017

¿Es posible no creer en nada?

Estefanie Valera
Ariana León

Es común escuchar decir a las personas la afirmación de “no creo en nada”, ¿cuál falsa podría ser tal afirmación? ¿Acaso es posible no creer en nada? La teoría dice que una creencia proviene directamente de nosotros mismos más allá de tendencias religiosas la creencia es un estado mental en el que un individuo percibe como verdadero el significado de algo, en su mayoría son estados inconscientes reafirmados por un sentimiento de certeza que afecta en cierto grado la percepción que se tiene del mundo, por lo tanto, creer va en nuestro ser como cualquier pensamiento que se pueda tener.

Las creencias no es más que estructuras creadas bajo las vivencias del individuo, con las cuales se crea un mapa que ejerce como guía o muestra cómo se debería actuar de acuerdo a cada situación para poder obtener con mayor precisión los objetivos o para poder satisfacer las necesidades. Sin embargo, este mapa no muestra lo que son realmente las cosas, simplemente nos estructura una forma adecuada de cómo se debería actuar para adaptarnos, de acuerdo a como percibimos que es correcto hacerlo. Excluyendo un aspecto importante y es que cada experiencia es exclusiva y personal, completamente única, pues si bien se puede crear un plan de posibles reacciones ante un comportamiento específico, cada persona percibe la realidad de manera distinta, por lo tanto no experimentamos la realidad en si, tal y como es, es solo una elaboración mental de cómo se percibe que es.  El acto de creer está arraigado en nuestro sistema de valores y a través de ellos creamos el modelo del mundo donde nuestras creencias calzan y sean válidas, las mismas se instalan de forma sólida ya que son grabadas en nuestra mente desde inicios de nuestra infancia y con ellas aprendemos a eliminar o rechazar experiencias que no calzan con ellas, desechando en muchas ocasiones formas más positivas de percibir el mundo e incluso mejores estilos de vivir.

El sistema de creencias es una fuerza poderosa que rige en su mayoría nuestra conducta, se implanta desde la infancia y por medio de vivencias se va reafirmando, se van haciendo tan sólidas como una roca. las creencias  se van formando, adquiriendo y modificando a lo largo de la vida, provenientes de orígenes externos o internos, hablamos de origen externo cuando el individuo toma para si las creencias del círculo donde socializa, originalmente moldeadas por la cultura del país donde habita, se puede adquirir de las opiniones de las demás personas que se consideran influyentes, ideologías infundadas por líderes sociales y por directrices religiosas, que de alguna u otra manera van marcando las líneas que determinan el mapa que crea el individuo y donde se desenvolverá durante el resto de su vida.

También tenemos las creencias internas que son dadas por la re-significación de creencias externas e ideologías propias del individuo. La mayoría de las personas creen que su realidad es global, que lo que se mantiene en el sistema de creencias es general y que todos se rigen por ese mismo patrón conductual. Comúnmente la gente afirma mediante dichos populares que una respuesta es común para todos los individuos porque bajo su creencia esa es la realidad y a través de la verbalización se le implanta a los demás individuos del grupo social, afirmando que lo que se dice es la realidad absoluta, no solo se cree que es global la creencia sino que además son reglas que deben cumplirse para moderar o incluso definir nuestro éxito en la vida. Ejemplo de estas creencias generales que comúnmente escuchamos en dichos populares esta la famosa frese de “loro viejo no aprende hablar” aludiendo que las personas pasada cierta edad no está en capacidad de aprender cosas nuevas.

Se puede identificar el sistema de creencias e incluso clasificarlas, se habla de una creencia de causa cuando se afirma que una respuesta es exclusiva e inamovible proveniente de un estímulo específico, por su parte con la respuesta se busca justificar la causa de la acción realizada o no realizada, ejemplo ¿Cuál es la causa de no tener trabajo? La respuesta a esta pregunta va a llevar a un porque que justifique dicha creencia. Por lo general la creencia de causa siempre intenta justificar de cierta manera el efecto de la acción. Por su parte, el individuo es propenso a tener creencias de significado que por lo general son creaciones falsas de la realidad que se acomodan muy bien al estilo de percibir el mundo. Toda creencia sin importar de donde provenga o si se adjunta a la causa o significado de algo siempre traerá una percepción creada de la identidad de la persona. Las creencias que se tiene de uno mismo es determinante para accionar nuestro comportamiento y formalizar el estilo de vida con el que desea desenvolverse el individuo.

Es el sistema central el encargado de clasificar lo que queremos o no acoger como propio, pero toda esta recopilación viene desarrollándose a lo largo de nuestra vida, teniendo mayor énfasis en el aprendizaje de la infancia, en ese proceso solemos adquirir creencias que  limitan  al individuo a desarrollarse de una forma más óptima y saludable que imposibilita de cierta manera el avance del mismo, y como existen creencias que nos limitan también existen creencias que nos impulsan y nos motivan avanzar y alcanzar los objetivos, son aquellas que definen nuestras acciones en el acto de hacer, e incluso de afrontar cada día nuevos retos con la única fortaleza de la fe que habita en la creencia, de poder lograr el objetivo, potenciándonos como personas, motivándonos alcanzar cada sueño.

Esas creencias que albergamos, no solo las aprendimos, sino que además son repetidas constantemente en nuestro entorno como para que nunca se olviden, llegando a convertirse incluso en “improntas o sellos de vida”. Todo ello sería utópico si todo lo que se enseñara fuese positivo, potenciador, esperanzador, motivador…sin embargo, es bien sabido que la realidad es otra, una parte de ellas son limitantes y la magnitud de ese aprendizaje (en mayor o menor medida) dependerá de la historia personal de cada individuo.

Asimismo, tomando en cuenta como pertinente dos definiciones válidas de la palabra impronta señalada anteriormente, se tiene en primer lugar un aprendizaje ocurrido en una edad o etapa de vida particular, en segundo lugar, una marca o huella que, en el orden moral, deja una cosa en otra. Entonces se podría asumir una impronta con carácter de “creencia profunda”, una que quedó anclada en la memoria, una huella, de esas que se encuentran arraigas profundamente en el inconsciente. Si un individuo en su infancia presentó dificultad para el aprendizaje de un área determinada, matemática por ejemplo, y en repetidas ocasiones le dijeron que era un “bruto bueno para nada” por ese motivo, afectando su autoestima y seguridad; esas escasas pero impactantes palabras descalificadoras pudieron haber marcado a ese individuo dejando una huella muy bien delimitada en el sistema de creencias, creyéndoselo y percibiéndolo como su realidad, una absoluta realidad generalizada a todos áreas su vida.

¡Afortunadamente! muy pocos aspectos en la vida son invariables, y las creencias no son una excepción, estas pueden ser desaprendidas y cambiadas. Ahora la pregunta sería ¿Si ya tengo conocimiento de ello por qué seguir creyendo en algo que va contra de mí, que me perjudica, que no refleja el verdadero potencial poseo? Entonces…¿Cuál es el primer paso para cambiar una creencia que se considere limitante? La respuesta es hacer consciencia ella, es el punto base pues solo se puede cambiar aquello de lo que se ha reconocido, que se ha hecho consciente.

A partir de ahí se pueden aplicar diversos métodos para modificarlas por alguna de tipo positiva o potenciadora. Uno de los más empleados es escribir toda creencia identificada como limitante y cuestionarla ¿Beneficia a mi vida en algún sentido? ¿Me ayuda a alcanzar los objetivos que me he fijado? ¿Me ayuda a resolver o a evitar mis conflictos? ¿Me ayuda a sentirme como me quiero sentir? ¿Se basa en hechos esta creencia?...De ser “No” la respuesta a la mayoría o totalidad de las preguntas que puedan surgir, indiscutiblemente, se encuentra en presencia de una creencia limitadora y es momento apropiado para sustituirla por una positiva, motivadora o potenciadora que responda afirmativamente a todas esas preguntas que se hicieron inicialmente para evaluar la anterior creencia.

En relación a lo anterior, la verbalización, constituye una herramienta de utilidad en el proceso de cambio de creencias. Se hace necesario aclarar pues que en efecto se trata de un “proceso” ya que este implica una serie de acciones dirigida hacia una finalidad (sustituir una creencia por otra), recordando de tal forma que las creencias dominan nuestro pensamiento y lo han hecho de ese modo por mucho tiempo, por ello, cambiarla no es una cuestión de horas y sí de acciones. Es así como verbalizar diariamente y repetidas veces las nuevas creencias que se desean instaurar resultan una técnica de beneficio para lograrlo.

Así muchas de esas creencias podemos identificarlas fácilmente, ya se acoto que algunas de ellas se encuentran albergadas profundamente en el inconsciente y es en ciertas situaciones con un carácter semejante o vinculante a estas que se establece una conexión y son traídas a la conciencia; situaciones oportunas para reconocerlas. Inclusive, son verbalizadas o llevadas a la conducta de forma automática, pero ¿es esto un mal sin cura? La respuesta es no, a medida que las personas trabajan en función de ser individuos conscientes de sus pensamientos, creencias, acciones, sentimientos; el proceso de “darse cuenta” se vuelve más sencillo y espontáneo, no solo en referencia hacia uno mismo sino también hacia los demás, se desarrolla la capacidad de identificar en el discurso hablado de con quienes se interactúa las creencias que los dominan.

 De tal modo, una vez identificadas y evaluadas esas creencias limitantes y formuladas unas nuevas en contraposición es necesario creérselas realmente, empezar a adoptar conductas en concordancia e ello, es decir, ser congruentes. No basta con solo pensarlo, hay que llevarlo a acciones concretas o de lo contrario aun cuando se haya hecho consciencia de lo perjudicial y negativo que pueda ser una creencia se seguirá actuando conforme a ella. Un clásico ejemplo de esto son las personas que fuman cigarrillos, a expensas de saber que es un hábito dañino y las consecuencias que repercuten en el organismo y salud (están consciente del hecho), y aun así siguen manteniéndolo.

Ser congruentes no es más que mantener una relación de coherencia o también pudiese emplearse el termino armonía entre lo que se piensa (pensamiento-creencia), se siente (sentimiento) y se hace (conducta). Si se tiene 69 años y se pretende cambiar la creencia “loro viejo no aprende a hablar” por “soy capaz de aprender todo lo que me proponga, la edad no es un impedimento” entonces se deben poner en marcha ciertas acciones para lograrlo (inscribirse en un curso, descargar una aplicación educativa, ver tutoriales y ponerlos en práctica, etc). Mantener una relación de congruencia pensamiento-emoción/sentimiento-conducta contribuirá en gran medida a alcanzar cualquier objetivo se plantee alcanzar, llámese este cambiar creencias o no; y en general a mantener un estilo de vida positivo.

Para finalizar, una recomendación que ofrece Karen Vega, la directora de Life Coaching, es hacer una revisión de lo que se lee, escucha y ve como los programas de televisión de preferencia o videos, los lugares y las personas que se frecuentan, las conversaciones que se sostienen, la información que se comparte…y si esos elementos refuerzan las creencias limitantes que se tienen o por el contrario son elementos que buscan retarse de forma positiva y abrirse a un mundo de posibilidades. La invitación es a revisar y reestructurar el sistema de creencias que se posee en miras de hacer de él una fuente de potencial, motivación y positivismo.

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