Estefanie Valera
Ariana León
Es común escuchar
decir a las personas la afirmación de “no creo en nada”, ¿cuál falsa podría ser
tal afirmación? ¿Acaso es posible no creer en nada? La teoría dice que una
creencia proviene directamente de nosotros mismos más allá de tendencias
religiosas la creencia es un estado mental en el que un individuo percibe como
verdadero el significado de algo, en su mayoría son estados inconscientes
reafirmados por un sentimiento de certeza que afecta en cierto grado la
percepción que se tiene del mundo, por lo tanto, creer va en nuestro ser como
cualquier pensamiento que se pueda tener.
Las creencias no es
más que estructuras creadas bajo las vivencias del individuo, con las cuales se
crea un mapa que ejerce como guía o muestra cómo se debería actuar de acuerdo a
cada situación para poder obtener con mayor precisión los objetivos o para
poder satisfacer las necesidades. Sin embargo, este mapa no muestra lo que son
realmente las cosas, simplemente nos estructura una forma adecuada de cómo se
debería actuar para adaptarnos, de acuerdo a como percibimos que es correcto
hacerlo. Excluyendo un aspecto importante y es que cada experiencia es
exclusiva y personal, completamente única, pues si bien se puede crear un plan
de posibles reacciones ante un comportamiento específico, cada persona percibe
la realidad de manera distinta, por lo tanto no experimentamos la realidad en
si, tal y como es, es solo una elaboración mental de cómo se percibe que
es. El acto de creer está arraigado en
nuestro sistema de valores y a través de ellos creamos el modelo del mundo
donde nuestras creencias calzan y sean válidas, las mismas se instalan de forma
sólida ya que son grabadas en nuestra mente desde inicios de nuestra infancia y
con ellas aprendemos a eliminar o rechazar experiencias que no calzan con
ellas, desechando en muchas ocasiones formas más positivas de percibir el mundo
e incluso mejores estilos de vivir.
El sistema de
creencias es una fuerza poderosa que rige en su mayoría nuestra conducta, se
implanta desde la infancia y por medio de vivencias se va reafirmando, se van
haciendo tan sólidas como una roca. las creencias se van formando, adquiriendo y modificando a
lo largo de la vida, provenientes de orígenes externos o internos, hablamos de
origen externo cuando el individuo toma para si las creencias del círculo donde
socializa, originalmente moldeadas por la cultura del país donde habita, se
puede adquirir de las opiniones de las demás personas que se consideran
influyentes, ideologías infundadas por líderes sociales y por directrices
religiosas, que de alguna u otra manera van marcando las líneas que determinan
el mapa que crea el individuo y donde se desenvolverá durante el resto de su
vida.
También tenemos las
creencias internas que son dadas por la re-significación de creencias externas e
ideologías propias del individuo. La mayoría de las personas creen que su
realidad es global, que lo que se mantiene en el sistema de creencias es
general y que todos se rigen por ese mismo patrón conductual. Comúnmente la
gente afirma mediante dichos populares que una respuesta es común para todos
los individuos porque bajo su creencia esa es la realidad y a través de la
verbalización se le implanta a los demás individuos del grupo social, afirmando
que lo que se dice es la realidad absoluta, no solo se cree que es global la
creencia sino que además son reglas que deben cumplirse para moderar o incluso
definir nuestro éxito en la vida. Ejemplo de estas creencias generales que
comúnmente escuchamos en dichos populares esta la famosa frese de “loro viejo
no aprende hablar” aludiendo que las personas pasada cierta edad no está en
capacidad de aprender cosas nuevas.
Se puede identificar
el sistema de creencias e incluso clasificarlas, se habla de una creencia de
causa cuando se afirma que una respuesta es exclusiva e inamovible proveniente
de un estímulo específico, por su parte con la respuesta se busca justificar la
causa de la acción realizada o no realizada, ejemplo ¿Cuál es la causa de no
tener trabajo? La respuesta a esta pregunta va a llevar a un porque que
justifique dicha creencia. Por lo general la creencia de causa siempre intenta
justificar de cierta manera el efecto de la acción. Por su parte, el individuo
es propenso a tener creencias de significado que por lo general son creaciones
falsas de la realidad que se acomodan muy bien al estilo de percibir el mundo.
Toda creencia sin importar de donde provenga o si se adjunta a la causa o
significado de algo siempre traerá una percepción creada de la identidad de la
persona. Las creencias que se tiene de uno mismo es determinante para accionar
nuestro comportamiento y formalizar el estilo de vida con el que desea
desenvolverse el individuo.
Es el sistema central
el encargado de clasificar lo que queremos o no acoger como propio, pero toda
esta recopilación viene desarrollándose a lo largo de nuestra vida, teniendo
mayor énfasis en el aprendizaje de la infancia, en ese proceso solemos adquirir
creencias que limitan al individuo a desarrollarse de una forma más
óptima y saludable que imposibilita de cierta manera el avance del mismo, y
como existen creencias que nos limitan también existen creencias que nos
impulsan y nos motivan avanzar y alcanzar los objetivos, son aquellas que
definen nuestras acciones en el acto de hacer, e incluso de afrontar cada día
nuevos retos con la única fortaleza de la fe que habita en la creencia, de
poder lograr el objetivo, potenciándonos como personas, motivándonos alcanzar
cada sueño.
Esas
creencias que albergamos, no solo las aprendimos, sino que además son repetidas
constantemente en nuestro entorno como para que nunca se olviden, llegando a
convertirse incluso en “improntas o sellos de vida”. Todo ello sería utópico si
todo lo que se enseñara fuese positivo, potenciador, esperanzador, motivador…sin
embargo, es bien sabido que la realidad es otra, una parte de ellas son
limitantes y la magnitud de ese aprendizaje (en mayor o menor medida) dependerá
de la historia personal de cada individuo.
Asimismo,
tomando en cuenta como pertinente dos definiciones válidas de la palabra
impronta señalada anteriormente, se tiene en primer lugar un aprendizaje
ocurrido en una edad o etapa de vida particular, en segundo lugar, una marca o
huella que, en el orden moral, deja una cosa en otra. Entonces se podría asumir
una impronta con carácter de “creencia profunda”, una que quedó anclada en la
memoria, una huella, de esas que se encuentran arraigas profundamente en el
inconsciente. Si un individuo en su infancia presentó dificultad para el aprendizaje
de un área determinada, matemática por ejemplo, y en repetidas ocasiones le
dijeron que era un “bruto bueno para nada” por ese motivo, afectando su
autoestima y seguridad; esas escasas pero impactantes palabras descalificadoras
pudieron haber marcado a ese individuo dejando una huella muy bien delimitada
en el sistema de creencias, creyéndoselo y percibiéndolo como su realidad, una
absoluta realidad generalizada a todos áreas su vida.
¡Afortunadamente!
muy pocos aspectos en la vida son invariables, y las creencias no son una
excepción, estas pueden ser desaprendidas y cambiadas. Ahora la pregunta sería ¿Si
ya tengo conocimiento de ello por qué seguir creyendo en algo que va contra de
mí, que me perjudica, que no refleja el verdadero potencial poseo? Entonces…¿Cuál
es el primer paso para cambiar una creencia que se considere limitante? La
respuesta es hacer consciencia ella, es el punto base pues solo se puede
cambiar aquello de lo que se ha reconocido, que se ha hecho consciente.
A
partir de ahí se pueden aplicar diversos métodos para modificarlas por alguna
de tipo positiva o potenciadora. Uno de los más empleados es escribir toda
creencia identificada como limitante y cuestionarla ¿Beneficia a mi vida en
algún sentido? ¿Me ayuda a alcanzar los objetivos que me he fijado? ¿Me ayuda a
resolver o a evitar mis conflictos? ¿Me ayuda a sentirme como me quiero sentir?
¿Se basa en hechos esta creencia?...De ser “No” la respuesta a la mayoría o
totalidad de las preguntas que puedan surgir, indiscutiblemente, se encuentra
en presencia de una creencia limitadora y es momento apropiado para sustituirla
por una positiva, motivadora o potenciadora que responda afirmativamente a
todas esas preguntas que se hicieron inicialmente para evaluar la anterior
creencia.
En
relación a lo anterior, la verbalización, constituye una herramienta de
utilidad en el proceso de cambio de creencias. Se hace necesario aclarar pues
que en efecto se trata de un “proceso” ya que este implica una serie de
acciones dirigida hacia una finalidad (sustituir una creencia por otra),
recordando de tal forma que las creencias dominan nuestro pensamiento y lo han
hecho de ese modo por mucho tiempo, por ello, cambiarla no es una cuestión de horas
y sí de acciones. Es así como verbalizar diariamente y repetidas veces las
nuevas creencias que se desean instaurar resultan una técnica de beneficio para
lograrlo.
Así
muchas de esas creencias podemos identificarlas fácilmente, ya se acoto que algunas
de ellas se encuentran albergadas profundamente en el inconsciente y es en
ciertas situaciones con un carácter semejante o vinculante a estas que se
establece una conexión y son traídas a la conciencia; situaciones oportunas
para reconocerlas. Inclusive, son verbalizadas o llevadas a la conducta de
forma automática, pero ¿es esto un mal sin cura? La respuesta es no, a medida
que las personas trabajan en función de ser individuos conscientes de sus
pensamientos, creencias, acciones, sentimientos; el proceso de “darse cuenta”
se vuelve más sencillo y espontáneo, no solo en referencia hacia uno mismo sino
también hacia los demás, se desarrolla la capacidad de identificar en el
discurso hablado de con quienes se interactúa las creencias que los dominan.
De tal modo, una vez identificadas y evaluadas
esas creencias limitantes y formuladas unas nuevas en contraposición es
necesario creérselas realmente, empezar a adoptar conductas en concordancia e
ello, es decir, ser congruentes. No basta con solo pensarlo, hay que llevarlo a
acciones concretas o de lo contrario aun cuando se haya hecho consciencia de lo
perjudicial y negativo que pueda ser una creencia se seguirá actuando conforme
a ella. Un clásico ejemplo de esto son las personas que fuman cigarrillos, a expensas
de saber que es un hábito dañino y las consecuencias que repercuten en el
organismo y salud (están consciente del hecho), y aun así siguen manteniéndolo.
Ser
congruentes no es más que mantener una relación de coherencia o también pudiese
emplearse el termino armonía entre lo que se piensa (pensamiento-creencia), se
siente (sentimiento) y se hace (conducta). Si se tiene 69 años y se pretende
cambiar la creencia “loro viejo no aprende a hablar” por “soy capaz de aprender
todo lo que me proponga, la edad no es un impedimento” entonces se deben poner
en marcha ciertas acciones para lograrlo (inscribirse en un curso, descargar
una aplicación educativa, ver tutoriales y ponerlos en práctica, etc). Mantener
una relación de congruencia pensamiento-emoción/sentimiento-conducta
contribuirá en gran medida a alcanzar cualquier objetivo se plantee alcanzar,
llámese este cambiar creencias o no; y en general a mantener un estilo de vida positivo.
Para
finalizar, una recomendación que ofrece Karen Vega, la directora de Life
Coaching, es hacer una revisión de lo que se lee, escucha y ve como los
programas de televisión de preferencia o videos, los lugares y las personas que
se frecuentan, las conversaciones que se sostienen, la información que se
comparte…y si esos elementos refuerzan las creencias limitantes que se tienen o
por el contrario son elementos que buscan retarse de forma positiva y abrirse a
un mundo de posibilidades. La invitación es a revisar y reestructurar el
sistema de creencias que se posee en miras de hacer de él una fuente de
potencial, motivación y positivismo.
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