miércoles, 20 de julio de 2016

El cuerpo lo dice todo

Rosehumbert García
Ivis Graterol
José Luis Rojas
Omar Araujo 

Desde tiempos antiguos, el hombre sintió la necesidad de expandirse, comunicarse y traspasar fronteras, por eso surgen: la fogata en la cima de la montaña, los tambores, las señales óptico- acústicas, los narradores de hazañas y otras formas de expresarse.

La comunicación es un acto muy complejo donde participan de manera consciente e inconsciente diversas manifestaciones. No solo se dicen o aclaran ideas con las palabras que pronunciamos u oímos, es decir, mediante la lengua que hablamos y escribimos, sino que el silencio, tono de voz o entonación en un momento determinado aportan significados más allá de las palabras. Por otra parte, hay en cada acto comunicativo, un comportamiento físico, corporal y gestual que expresan tanto como aquello que decimos. Gestos, posturas, miradas, tics, forma de vestir, constituyen parte de la comunicación. Esto involucra que se consideren dos lenguajes: el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal.

El lenguaje verbal se muestra a través de la lengua oral y lengua escrita. En la primera, las señales son producidas vocalmente y recibidas a través del oído. En el segundo, se emplean signos gráficos que se perciben por la vista. Por su parte, el lenguaje no verbal posee varias manifestaciones: el lenguaje kinésico o cinético, que son las señales comunicacionales que tienen que ver con los movimientos, actitudes, expresiones corporales y faciales que utilizan los seres humanos para interactuar, como la danza, la pantomima y el teatro.

La comunicación es mucho más que las palabras que se emiten, estas forman solamente una pequeña parte de nuestra expresividad como seres humanos. Las investigaciones demuestran que en una presentación ante un grupo de personas, el 55 por ciento del impacto viene representado por el lenguaje corporal, el 38 por ciento el tono de voz y solo el 7 por ciento el contenido de la presentación.

El coaching como disciplina en desarrollo ha fundamentado, entre otras cosas, la escucha activa como piedra angular de cualquier modelo establecido, para que el coach pueda “mapear” la situación actual y por medio de preguntas poderosas hacer las conexiones necesarias, para crear conciencia en el coacheé y que este encuentre la solución a su problema desde su propio razonamiento.

Si los fundamentos del coaching están en la escucha activa, la definición de “palabra” como concepto será de gran utilidad para dilucidar la efectividad de la técnica. Según El pequeño Larousse Ilustrado (2004), “Palabra es un conjunto de sonidos y letras que representan un ser, cosa, idea o concepto”. En esta representatividad subyace un dilema, basado en la interpretación que hace cada persona cuando lee un escrito o escucha un mensaje, de manera particular según sus paradigmas, creencias o puntos de vista, lo que en el proceso de coaching puede representar un riesgo de subjetividad importante afectando este, el objetivo final de la herramienta.

En base a esto, los desarrolladores de coaching han fijado su atención en técnicas complementarias para potenciar la permeabilidad en los paradigmas del coacheé y hacer de la interacción un proceso con tendencia a la “sinergia”, de ideas que generan multiplicidad de opciones creativas que puedan hacer cambios importantes en la transición del estado actual al estado deseado del referido.

La programación neurolingüística con enfoque en la gestualización y el uso de nuestro tono de voz para expresar nuestros mensajes con nuestras palabras,  ha representado un extra poderoso a la técnica de la escucha activa, agregando un carácter de empatía profunda en las sesiones de coaching y caracterizándose como una de las modalidades más usadas en la actualidad.

Todos hemos podido observar el nivel de conflicto que pueden producir las percepciones individuales encontradas sobre una misma situación, las profundas frustraciones que puede experimentar una persona al no ser comprendido y el impacto negativo que esto produce en la confianza entre las personas. Visualizando este contraste; ¿Podemos identificar aquí el enorme impacto que la programación neurolingüística en una sesión de coaching cuando en muy pocos espacios podemos sentirnos tan comprendidos?

Pudiésemos idealizar esta complementación como la más poderosa combinación de técnicas, para establecer la más alta y cercana comprensión empática que amplía el canal de confianza entre los interlocutores, generando el fluir más efectivo de información que contribuye a la búsqueda efectiva de opciones para solucionar cualquier conflicto y el caso particular del coaching cualquier pensamiento limitante del coacheé.

El coach en el momento presente en el que se dispone a atender a su coachado debe desconectarse de sus actividades externas y mentales donde no esté incluido el coachado, debe estar entregado en su atención presente hacia él con el fin de no perder ningún gesto, mirada, respiración y hasta sentir vibracional de su energía, en donde la voz de coachado con sus diferentes matices sea un poema abierto para poder dilucidar sus realidades aparentes.  Realidad relativa, que solo en ese espacio de luz de conexión mutua se comienza a desenredar las telarañas que nublan su visión y sentido de su ser.  La escucha profunda es como su frase, profunda en todo su sentido hasta casi fusionarse en la trama del protagonista manteniéndose como espectador y desde allí, conocer sus diferentes personajes y situaciones de vida, para luego guiar desde la conciencia  y aceptación del protagonista (coachado )  el camino que lo guiará felizmente al capítulo final de la trama existencial.

Desde el campo de la psicología, la imagen corporal es un constructo que implica lo que uno o una  piensa, percibe, piensa y actúa en relación a su propio cuerpo (Sebastian y Col. 2007) y está relacionado con el concepto de autoestima, que encierra a una actitud hacia uno mismo, sean sentimientos positivos o negativos, todo ello basado en la evaluación de sus propias características y sentimientos de satisfacción.

Desde esta perspectiva, el cuerpo y sus gestos transmiten más información que cualquier discurso. Nuestros brazos, ojos y piernas pueden decir lo contrario a una afirmación que hemos emitido.El movimiento de la cabeza evidencia la inconformidad de situaciones vividas o experimentadas, los labios afirman la molestia que estamos pasando en alguna situación, esto no puede pasar por alto al momento de realizar una entrevista a un coacheé.

La mirada nos puede decir una actitud abierta y positiva o lo contrario, busca la falta de arrugas en los ojos para detectar una sonrisa falsa, la sonrisa sencilla de baja intensidad transmite debilidad de carácter, falta de confianza y timidez, la sonrisa sencilla de alta intensidad da una sensación de confianza, amabilidad y calor. Las cejas levantadas por lo general son señal de incomodidad, así que si alguien te hace un cumplido por tu nuevo corte de cabello y levanta la ceja, tal vez no está siendo sincero.

El frotarse las manos denota una expectación positiva, las manos con los dedos entrelazados es un gesto que disimula una actitud negativa. El cruce de las manos y piernas demuestran una actitud defensiva y por lo tanto negativa. A diferencia del cruce de los pies puede demostrar cierta timidez.

El tono de voz puede demostrar el interés así como el contacto visual. Si la mirada es fija por mucho tiempo y sin parpadear, solo quieren evitar verse falsos. Si la mandíbula se encuentra cerrada, el cuello tenso o ceño fruncido demuestra signos de estrés, encoger los hombros es un signo universal que evidencia que desconoce lo que está pasando.
Aprender a descifrar los gestos y el lenguaje no verbal es tarea del coach y es un arte que tiene que  ser desarrollado en continuo adiestramiento, para lograr las metas en cada sesión de trabajo. El coach debe estar atento, con detalle  de todo el sistema que se presenta en el aquí y el ahora del coachado. Saber escuchar activamente, comienza por observar con atención.

Podría decirse que el coaching es una amalgama de técnicas, que combinadas produce en el cochee una especie de concienciación que desmonta cualquier pensamiento limitante en pro de alcanzar las metas propuestas, donde la programación neurolingüística juega una papel preponderante en la potenciación de la escucha activa.

¿Cuántas veces nos ha pasado que en nuestro camino hacia las metas más deseadas hace falta una persona que nos acompañe y apoye en el proceso?
¿Cuántas veces nuestro camino al éxito no es emprendido debido a la creencia propia que nos dice que es muy difícil o es una idea muy loca para hacerla?
¿Cuántas veces en esos casos falta una palabra de aliento para no decaer en nuestras aspiraciones?

El coach llena este vacío y aquí radica la importancia de su trabajo, en donde el grado de humildad debe ser tal que se desprenda de sus paradigmas e interés por opinar para entregar toda su atención al coacheé, que le permita a este llegar a un grado de confianza para que la interacción produzca un alto flujo de ideas, motivación para emprender el camino y por sobre todo confianza al coach para dejar que este lo acompañe en el camino hacia el logro.

La programación neurolingüística abre un abanico de herramientas disponibles, para que el coach llegue a la empatía profunda por medio del uso sistemático de sus sentidos, en la búsqueda de pistas que en condiciones normales el coacheé no detecta y donde subyace su incapacidad de acción.

No cabe duda que el coaching como herramienta de concienciación ayuda a otros, y estará presente por mucho tiempo en el campo deportivo, organizacional y personal, que lo convertirá en una disciplina imprescindible en la gestión del desarrollo humano. Sea cual sea el tipo de coaching, esta práctica está íntimamente relacionada con el cambio: analiza el estado presente para fijar los objetivos y crear un plan de acción que permita lograr las metas de manera específica, medible, alcanzable, relevante y en un tiempo determinado.
Hace falta en el mundo elevar la conciencia y fundamentar nuestros actos en principios universales como la integridad, responsabilidad, empatía, el reconocimiento de la interacción y complementación de todos los seres humanos en cualquier núcleo social.

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