miércoles, 18 de junio de 2014

ESCUCHA EFECTIVA EN EL COACHING

María de los Ángeles Bernabé
Edgar Ramírez
Alejandra Iturriza

El coaching es un proceso sistemático de acompañamiento, donde hay una interacción entre el coach y el coachado, con la finalidad de descubrir, develar, explorar en el coachado los quiebres o bloqueos que lo limitan para accionar en el camino hacia el logro de sueños, aspiraciones y metas.
La persona que decide ejercer el coaching, es asumir el rol de coach, debe estar claro en el compromiso y exigencia personal que eso implica. Es estar consciente qué es ser coach, es acompañar, estimular, ayudar a otro (coachado), a que existe opciones diferentes de ver las cosas, a que genere en sí mismo cambios de perspectivas, es un darse cuenta, un despertar, una transformación de forma de pensar ante una situación, es dejar de ser víctima para ser protagonista de sus propias acciones.
Como dice Thomas Leonard (1999):¨ Un coach es tu socio en el logro de objetivos personales. Tu entrenador en herramientas comunicacionales y de vida, que te acompaña en la generación de cambios. Sostén incondicional de éxitos y errores. Guía en desarrollo personal. Co-diseñador en la creación de nuevos proyectos. Aliento en tiempos tormentosos. Es quien te despierta cuando estás dispuesto a escuchar tu propia alma.¨
En estos tiempos, de la noticia al instante, donde la gente vive sumergida en su cotidianidad cargada de creencias limitadoras, presionado por estereotipos de una sociedad, distraído en el mundo exterior,  mediatizados por los avances de la tecnología, el proceso comunicacional se ha distorsionado, se le ha restado relevancia al diálogo, se ha minimizado, por no decir perdido, la cualidad de escuchar al otro y así mismo.
El coach debe escuchar con todos los sentidos al coachado, observar sus gestos corporales, conocer  qué sabores le gusta, qué olores le agradan o desagradan, qué música despierta emociones, qué texturas le mueven la imaginación, en fin; es escuchar entre líneas lo que expresa el coachado. Y los más importante, es escuchar libre de su experiencia, de sus sentimientos, de qué haría yo en un determinado caso, sin juzgar ni valorar. Sólo así, el coach podrá elaborar preguntas claras y precisas ¨poderosas¨ que ayuden al coachado, a descubrir, despertar ante la realidad de su situación confusa que le impide tomar decisiones para su transformación interna. Escuchar es empujar al otro a ¨escuchar su propia alma¨.
Este proceso de escucha puede parecer sencillo, pero es un arte que el coach debe perfeccionar, combatir sus diálogos internos, pelear consigo mismo para callar esas voces que inunda su cabeza, y así llegar a la “presencia plena” que esta a su vez conlleva a la “escucha completa”, el nivel máximo, saber y sentir lo que se escucha.
No obstante, la “escucha completa” (también llamada efectiva o profunda) no solo implica saber y percibir gustos, preferencias, emociones, sentimientos como se mencionó anteriormente, es también saber escuchar el silencio,
Aunque esta última frase suene un poco descabellada, es una realidad, ya que  tanto el habla como la omisión de esta, junto con el lenguaje sensorial; proporciona información al coach. Información que permite desde el establecimiento de un buen rapport hasta llegar al cumplimiento de las metas, la situación deseada.
Sin embargo, no a todo el mundo le resulta fácil hacer aflorar su capacidad para escuchar de forma natural. A menudo, inclusive a las personas con las que tenemos un trato más personal. No les parece necesario escucharnos con atención. Normalmente, todos nos esforzamos sólo con aquello que nos parece crucial. Si se nos presenta la opción de escuchar o no y no nos parece demasiado grande el riesgo de que se nos pase  por alto algo importante, la tendencia más normal es desconectar lo antes posible.
Esta clase de resistencia a escuchar se deriva del subconsciente. Las excusas que solemos darnos a nosotros mismos  son que estamos muy ocupados, o que pensamos que el valor potencial de la información que podamos recibir no es demasiado elevado o no merece el tiempo que podamos perder en asimilarlo.
Se tiene la idea errónea de que ser un buen oyente es considerado un estigma negativo. Se piensa que es un rasgo pasivo que no se ajusta a un mundo actual de frenética actividad.
La falsa premisa de esta actividad es la idea de que la comunicación se da principalmente a través del habla. Incluso muchos creemos que perdemos el control cuando solo escuchamos y no hablamos, es decir que consideramos que no dominamos la situación. Es más hablar de más puede confundir. Las personas demasiado habladoras no deben presuponer que estén siendo escuchadas. Quizás sin saberlo controlen menos de lo que parece.
Por otro lado, no se puede dar por sentado que ser una persona tranquila te convierte en buen oyente automáticamente. Saber escuchar de una forma activa consiste en algo más que mantenerse sereno. No se puede hablar y escuchar al mismo tiempo. Pero de otro modo, el silencio no es una garantía de que se está asimilando el mensaje del otro.
Cuando se está en una sesión con el cliente  y oyéndole atentamente, no se  puede pensar en sí mismo como una esponja indefensa a merced del hablante, sino como una masa de energía que absorbe los mensajes, en infinidad de  formas sutiles para estimular, informar, enseñar, convencer, animar, etc. Sólo piense en Usted como un elemento a favor de quien está en uso de la palabra para producir un enriquecimiento mutuo. Y se dará cuenta de que el poder inherente al simple acto de escuchar es en verdad una auténtica fuerza transformadora.
Asombrosamente, el lenguaje para Saber Escuchar tiene poco que ver con el sonido real que llega a nuestros oídos. En la vida real no podemos taparnos los oídos físicamente a no ser que se recurra a algún complicado y raro sistema para anular la audición. O que hagamos como algunos deportistas que llevan tapones para no oír los silbidos de la multitud.
Puesto que escuchar depende en gran manera de los oídos, será muy conveniente apreciar la complejidad de estos órganos tan pequeños, una auténtica maravilla de la miniaturización. ¡Pensar que es uno de los pocos órganos humanos de los que hay más de uno! Esto junto con el hecho de tener una sola boca. Es lo que nos lleva a pensar que deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos.
A menudo olvidamos la conexión existente entre oír y escuchar. Excepto si existe un defecto en el oído. Para escuchar debemos entonces basarnos en el sentido de la percepción. Si no se oye lo que a uno le dicen deben adoptarse las medidas necesarias para corregir o compensar la situación.
Otro elemento básico que no debe omitirse  es que tal vez la sola disponibilidad para escuchar no sea suficiente como para convertirnos en un buen interlocutor en todos los casos. Debemos guardar difíciles momentos de silencio si con ello ayudamos al que habla. Entonces así nos percataremos de que la paciencia es un ingrediente clave en el lenguaje para Saber Escuchar.
Escuchar atentamente no es una panacea que todo lo arregla. No obstante, al no practicar este hábito se corre un alto riesgo de perder importantes percepciones y oportunidades en comparación con las pocas conversaciones no  productivas que se tendrán escuchar a lo largo de nuestra vida. Aunque al principio, la recompensa no nos parezca clara, debemos recordar que estamos obteniendo tres beneficios: a) Desarrollo de la autoestima de los demás, b) Desarrollo de nuestras habilidades para escuchar y, c) Ampliación de nuestro ámbito de interés y nuestro vocabulario.
Por lo tanto, es necesario concluir que algunas técnicas y elementos de atención para desarrollar una escucha efectiva son:
1)  Quienquiera que sea el que esté hablando, escúchele para extraer algo de valor. Eleve la autoestima de la persona
2) Evalúe el contenido del mensaje, no a quien lo expresa o la manera de comunicarlo.
3)  Utilice el “silencio activo”. Permanezca en silencio y escuche hasta que la persona haya terminado de hablar. Piense en lo se ha dicho. Haga una pausa y pregunte de manera inteligente lo que no ha entendido completamente y pueda seguir estimulándola a exponer sus inquietudes
4)   Prescinda de los detalles para captar lo principal
5)    Sintonice con la comunicación verbal y no verbal del hablante
6)    Adopte una actitud corporal activa. Inclínese ligeramente hacia adelante, hacia la   persona, en una posición corporal de alerta
7)    Controle o evite las distracciones
8)    Concéntrese en las cuestiones que no le son familiares y abra su mente, es decir  no se deje llevar por la obviedad esté también atento de lo no tan obvio, o la  otredad, para detectar señales más reveladoras de la situación que se está    tratando
9)    Practique el control emocional, sea prudente y no impaciente
10) Aproveche la velocidad del pensamiento: sea todo oídos (evalúe, repase y resuma), eso sí,  sin juzgar a la  persona que habla, y mientras ésta habla, escuche las palabras clave y busque los mensajes no verbales.

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