María de los Ángeles Bernabé
Edgar Ramírez
Alejandra Iturriza
El coaching es un proceso
sistemático de acompañamiento, donde hay una interacción entre el coach y el
coachado, con la finalidad de descubrir, develar, explorar en el coachado los
quiebres o bloqueos que lo limitan para accionar en el camino hacia el logro de
sueños, aspiraciones y metas.
La persona que decide
ejercer el coaching, es asumir el rol de coach, debe estar claro en el
compromiso y exigencia personal que eso implica. Es estar consciente qué es ser
coach, es acompañar, estimular, ayudar a otro (coachado), a que existe opciones
diferentes de ver las cosas, a que genere en sí mismo cambios de perspectivas,
es un darse cuenta, un despertar, una transformación de forma de pensar ante
una situación, es dejar de ser víctima para ser protagonista de sus propias
acciones.
Como dice Thomas Leonard (1999):¨
Un coach es tu socio en el logro de objetivos personales. Tu entrenador en
herramientas comunicacionales y de vida, que te acompaña en la generación de
cambios. Sostén incondicional de éxitos y errores. Guía en desarrollo personal.
Co-diseñador en la creación de nuevos proyectos. Aliento en tiempos
tormentosos. Es quien te despierta cuando estás dispuesto a escuchar tu propia
alma.¨
En estos tiempos, de la
noticia al instante, donde la gente vive sumergida en su cotidianidad cargada
de creencias limitadoras, presionado por estereotipos de una sociedad,
distraído en el mundo exterior,
mediatizados por los avances de la tecnología, el proceso comunicacional
se ha distorsionado, se le ha restado relevancia al diálogo, se ha minimizado,
por no decir perdido, la cualidad de escuchar al otro y así mismo.
El coach debe escuchar con
todos los sentidos al coachado, observar sus gestos corporales, conocer qué sabores le gusta, qué olores le agradan o
desagradan, qué música despierta emociones, qué texturas le mueven la
imaginación, en fin; es escuchar entre líneas lo que expresa el coachado. Y los
más importante, es escuchar libre de su experiencia, de sus sentimientos, de
qué haría yo en un determinado caso, sin juzgar ni valorar. Sólo así, el coach
podrá elaborar preguntas claras y precisas ¨poderosas¨ que ayuden al coachado,
a descubrir, despertar ante la realidad de su situación confusa que le impide
tomar decisiones para su transformación interna. Escuchar es empujar al otro a
¨escuchar su propia alma¨.
Este proceso de escucha
puede parecer sencillo, pero es un arte que el coach debe perfeccionar,
combatir sus diálogos internos, pelear consigo mismo para callar esas voces que
inunda su cabeza, y así llegar a la “presencia plena” que esta a su vez
conlleva a la “escucha completa”, el nivel máximo, saber y sentir lo que se
escucha.
No obstante, la “escucha
completa” (también llamada efectiva o profunda) no solo implica saber y percibir
gustos, preferencias, emociones, sentimientos como se mencionó anteriormente, es
también saber escuchar el silencio,
Aunque esta última frase
suene un poco descabellada, es una realidad, ya que tanto el habla como la omisión de esta, junto
con el lenguaje sensorial; proporciona información al coach. Información que
permite desde el establecimiento de un buen rapport hasta llegar al
cumplimiento de las metas, la situación deseada.
Sin embargo, no a todo el
mundo le resulta fácil hacer aflorar su capacidad para escuchar de forma
natural. A menudo, inclusive a las personas con las que tenemos un trato más
personal. No les parece necesario escucharnos con atención. Normalmente, todos
nos esforzamos sólo con aquello que nos parece crucial. Si se nos presenta la
opción de escuchar o no y no nos parece demasiado grande el riesgo de que se
nos pase por alto algo importante, la
tendencia más normal es desconectar lo antes posible.
Esta clase de resistencia a
escuchar se deriva del subconsciente. Las excusas que solemos darnos a nosotros
mismos son que estamos muy ocupados, o
que pensamos que el valor potencial de la información que podamos recibir no es
demasiado elevado o no merece el tiempo que podamos perder en asimilarlo.
Se tiene la idea errónea de
que ser un buen oyente es considerado un estigma negativo. Se piensa que es un
rasgo pasivo que no se ajusta a un mundo actual de frenética actividad.
La falsa premisa de esta
actividad es la idea de que la comunicación se da principalmente a través del
habla. Incluso muchos creemos que perdemos el control cuando solo escuchamos y
no hablamos, es decir que consideramos que no dominamos la situación. Es más
hablar de más puede confundir. Las personas demasiado habladoras no deben
presuponer que estén siendo escuchadas. Quizás sin saberlo controlen menos de
lo que parece.
Por otro lado, no se puede
dar por sentado que ser una persona tranquila te convierte en buen oyente
automáticamente. Saber escuchar de una forma activa consiste en algo más que
mantenerse sereno. No se puede hablar y escuchar al mismo tiempo. Pero de otro
modo, el silencio no es una garantía de que se está asimilando el mensaje del
otro.
Cuando se está en una sesión
con el cliente y oyéndole atentamente,
no se puede pensar en sí mismo como una
esponja indefensa a merced del hablante, sino como una masa de energía que
absorbe los mensajes, en infinidad de
formas sutiles para estimular, informar, enseñar, convencer, animar,
etc. Sólo piense en Usted como un elemento a favor de quien está en uso de la
palabra para producir un enriquecimiento mutuo. Y se dará cuenta de que el
poder inherente al simple acto de escuchar es en verdad una auténtica fuerza
transformadora.
Asombrosamente, el lenguaje
para Saber Escuchar tiene poco que ver con el sonido real que llega a nuestros
oídos. En la vida real no podemos taparnos los oídos físicamente a no ser que
se recurra a algún complicado y raro sistema para anular la audición. O que
hagamos como algunos deportistas que llevan tapones para no oír los silbidos de
la multitud.
Puesto que escuchar depende
en gran manera de los oídos, será muy conveniente apreciar la complejidad de
estos órganos tan pequeños, una auténtica maravilla de la miniaturización. ¡Pensar
que es uno de los pocos órganos humanos de los que hay más de uno! Esto junto
con el hecho de tener una sola boca. Es lo que nos lleva a pensar que
deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos.
A menudo olvidamos la
conexión existente entre oír y escuchar. Excepto si existe un defecto en el
oído. Para escuchar debemos entonces basarnos en el sentido de la percepción.
Si no se oye lo que a uno le dicen deben adoptarse las medidas necesarias para
corregir o compensar la situación.
Otro elemento básico que no
debe omitirse es que tal vez la sola
disponibilidad para escuchar no sea suficiente como para convertirnos en un
buen interlocutor en todos los casos. Debemos guardar difíciles momentos de
silencio si con ello ayudamos al que habla. Entonces así nos percataremos de
que la paciencia es un ingrediente clave en el lenguaje para Saber Escuchar.
Escuchar atentamente no es
una panacea que todo lo arregla. No obstante, al no practicar este hábito se
corre un alto riesgo de perder importantes percepciones y oportunidades en
comparación con las pocas conversaciones no
productivas que se tendrán escuchar a lo largo de nuestra vida. Aunque
al principio, la recompensa no nos parezca clara, debemos recordar que estamos
obteniendo tres beneficios: a) Desarrollo de la autoestima de los demás, b)
Desarrollo de nuestras habilidades para escuchar y, c) Ampliación de nuestro
ámbito de interés y nuestro vocabulario.
Por
lo tanto, es necesario concluir que algunas técnicas y elementos de atención
para desarrollar una escucha efectiva son:
1) Quienquiera
que sea el que esté hablando, escúchele para extraer algo de valor. Eleve la
autoestima de la persona
2) Evalúe
el contenido del mensaje, no a quien lo expresa o la manera de comunicarlo.
3) Utilice
el “silencio activo”. Permanezca en silencio y escuche hasta que la persona
haya terminado de hablar. Piense en lo se ha dicho. Haga una pausa y pregunte
de manera inteligente lo que no ha entendido completamente y pueda seguir
estimulándola a exponer sus inquietudes
4) Prescinda
de los detalles para captar lo principal
5) Sintonice
con la comunicación verbal y no verbal del hablante
6) Adopte
una actitud corporal activa. Inclínese ligeramente hacia adelante, hacia la persona, en una posición corporal de alerta
7) Controle
o evite las distracciones
8) Concéntrese
en las cuestiones que no le son familiares y abra su mente, es decir no se deje
llevar por la obviedad esté también atento de lo no tan obvio, o la otredad,
para detectar señales más reveladoras de la situación que se está tratando
10) Aproveche
la velocidad del pensamiento: sea todo oídos (evalúe, repase y resuma), eso
sí, sin juzgar a la persona que habla, y mientras ésta habla,
escuche las palabras clave y busque los mensajes no verbales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario