miércoles, 30 de noviembre de 2016

La escucha activa

Chirley Rodríguez
Yorlennys Chinchilla de Parra

Desde los filósofos de la antigüedad hasta la actualidad, el énfasis principal de la formación sobre la comunicación se ha centrado en la escritura y en la oratoria. Aristóteles definió el estudio de la retórica (comunicación) como la búsqueda de “todos los medios de persuasión que tenemos a nuestro alcance”. Keith Davis se lamenta de que el énfasis que se hace en el arte de escuchar es una modalidad reciente y que el primer libro editado en inglés dedicado totalmente al arte de escuchar se publicó en 1957 mientras que, anteriormente y después, se han escrito cientos de libros.

Para una buena comunicación es imprescindible desarrollar nuestra capacidad de escucha. Escuchar no sólo es seguir con atención el flujo de palabras, y gradualmente dejar de lado nuestro propio interlocutor interno. Conforme exploramos nuestra capacidad de escucha, descubriremos que se trata de una actividad expansiva. Nos permitirá percibir de una forma más directa las diferentes maneras en que participamos en el mundo que nos rodea. sobre la forma de hablar.

Parece ser que tenemos  el poder de ayudar a la gente sin mover un dedo y probablemente no seas consciente de ello.Antes de empezar quiero advertirte de los efectos secundarios de esta fabulosa habilidad. Resulta que también entenderás mejor a la gente, las personas se sentirán más vinculadas a ti y tendrás más probabilidades de conseguir lo que deseas. Sí, estoy hablando de la escucha activa.

Ser escuchados es una de las necesidades que todos buscamos satisfacer. Los estudiosos del comportamiento humano dicen que escuchar es un arte que puede aprenderse y cultivarse. Aseguran que la mayoría de la gente oye palabras pero no las lleva al nivel de la interpretación. Además, dicen que escuchar activamente implica escuchar el cuerpo, la mente y el espíritu, y pocos son los que están habituados a hacerlo, resulta demasiado agotador.
Cuando alguien es capaz de oír detenidamente a otro se produce un efecto envolvente, que genera intimidad y confianza, tanto al que escucha como al que es escuchado. En esta época en la que todos hablan y nadie escucha, que importante resulta que desarrollemos este arte. Con frecuencia nos encontramos con hijos que se quejan que sus padres no los escuchan; el mismo reclamo se oye de labios de  los esposos  y las esposas, y hay algunos más que se atreven a decir que sienten que ni Dios los escucha.

Ahora bien, usamos el lenguaje para crear y expresar nuestras emociones, conflictos y aspiraciones. Sin embargo muchos desconocen que escuchar sin prejuicios, de una manera receptiva, es una herramienta indispensable para conquistar lo que deseamos. Oímos por naturaleza, pero en un mundo tan complicado y dinámico, hemos ido perdiendo esa facultad. Lamentablemente, también oímos con menos precisión que con la que piensan, anhelan y sienten las personas que nos rodean.

En este orden de idea, es cierto que a veces hay personas que no hablan porque no saben qué decir o porque resulta más cómodo no decir nada. Pero hoy día el defecto más generalizado es precisamente el contrario: la inflación de palabras, la
«Incontinencia verbal» de las personas que siempre hablan y nunca escuchan. Extraña enfermedad que consiste en no escuchar y solo hablar, hablar por vicio, sin atender por donde va la conversación e interrumpiendo no pocas veces la palabras del otro. Es una especie de patología que pone  muy nervioso al interlocutor.

Hay un poder invisible en escuchar las palabras y el alma. Oír lo que no se dice, adivinar el discurso profundo y compenetrarnos con sus ideas y emociones. El poder de escuchar es una herramienta universal de éxito, que nos permitirá comprender a nuestros semejantes y compartir a plenitud con ellos. Quien se siente escuchado también aprende a escuchar a los demás.
Y es que saber escuchar es igual, o incluso más difícil, que saber hablar. La escucha activa es un elemento indispensable en la comunicación eficaz y se refiere a la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo. Para llegar a entender a una persona se precisa cierta empatía. La escucha activa significa escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla.

Como se puede inferir, la escucha es una actitud difícil porque exige olvido de uno mismo y apertura atenta y gratuita hacia el otro. Escuchar significa dirigir mi atención hacia el prójimo y entrar en su ámbito de interés y en su marco de referencia. La escucha, diligentemente practicada, supone una acumulación referencia progresiva de sabiduría y de enriquecimiento psicológico. Escuchar quiere decir recibir del otro, después de haberle dado lo mejor de uno mismo.

Según el MIT, la escucha activa es una forma de prestar atención que permite conseguir más información, profundizar en otros puntos de vista, y trabajar en cooperación con otras personas. Pero probablemente la definición que más se acerca a la realidad es la que hicieron Rogers y Farson en 1979, donde la describieron como una manera de provocar cambios en la vida de los demás.

La sabia escucha implica humildad, paciencia y deseo de aprender. Quien piensa poseerlo todo, saberlo todo, no escucha al otro y solo habla porque cree que los demás son incapaces de aportarle nada. La persona engreída, orgullosa, no  escucha  o escucha  con aires de superioridad. Y en definitiva, lo que hace es empobrecerse porque solo aporta (habla) y nunca recibe (escucha), quedándose finalmente vacía de tanto hablar.

Algunos ex-negociadores de rehenes del FBI como Mike Webster y Gary Noester se refieren a la escucha activa como una herramienta clave en las negociaciones para estimular un cambio positivo en el secuestrador, y los mediadores profesionales también la describen como una de las principales formas de crear conexión con las personas a las que quieren ayudar.

Es lógico. La escucha activa bien utilizada genera confianza, cercanía y seguridad. Y esto trasciende el mundo de los negociadores y mediadores para transformarse en un arma imprescindible para convertirte en mejor comunicador.

Es importante destacar,  que en  varias investigaciones se ha visto que la principal diferencia entre los mejores negociadores de rehenes con el resto es que los más eficaces escuchan mucho más de lo que hablan, y además respetan los silencios.

Por otro lado el silencio es especialmente útil en situaciones tensas porque ayudar a calmar la tensión, y eso es imprescindible para que alguien deje de actuar de forma emocional y empiece a comportarse de forma más racional. Además, es de vital importancia entender que la escucha activa intenta ayudar a la persona escuchada a contactar con sus sentimientos. Se trata de abandonar la superficie del mensaje para profundizar en las emociones subyacentes.

Cuando escuchas activamente tu cometido no es solucionar los problemas de quien te habla o aconsejarle de la forma más sabia posible. Tu misión es lograr que reconozca y entienda sus sentimientos para que encuentre las soluciones por sí mismo. Sólo así podrá quedar convencido de que realmente ha encontrado la mejor solución para él.

Una vez hayas superado esta primera etapa más comprensiva y empática, podrás avanzar a una segunda etapa donde estarás más legitimado para dar tu opinión, aconsejar, o persuadir desde tu propio contexto. Cuando entiendas lo que la otra persona quiere te resultará mucho más fácil comunicarte con ella.

Por último, desarrollar esta habilidad requiere, más que ninguna otra, de una gran voluntad y disposición hacia el cambio de enfoques, conductas y formas de ver las cosas. Es algo que debe producirse desde “dentro” del individuo.

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