martes, 26 de enero de 2016

EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO Y LA EDUCACIÓN EXPERIENCIAL COMO HERRAMIENTAS DEL DESARROLLO HUMANO

Asdrubal Figueroa


Se dice que la vida es un proceso de aprendizaje continuo, que inicia con nuestro nacimiento y esa primera inhalación y culmina con la última exhalación que nos lleva a otro plano. Entre ese primer momento y el último, se desarrolla nuestro transitar existencial que nos conduce a aprender para subsistir, para relacionarnos y convivir, y en el mejor de los casos, para evolucionar y trascender.La información que recibimos y nos permite adquirir conocimientos y aprendizajes nuevos o a consolidar los obtenidos con anterioridad, puede llegar por distintos medios o situaciones, denominadas experiencias.
Imaginen entonces todas las experiencias que pueden tenerse a lo largo de la vida: el disfrute un rayo de sol, el primer contacto con el mar, las sensaciones que despierta el aroma del café, la inocencia del primer beso, la ilusión que genera el amor, lo amargo del desamor, el sinsabor de una traición, la satisfacción de un logro profesional, el dolor por la pérdida de un familiar cercano o la adrenalina que produce dar un salto al vacío o adentrarse a lo desconocido.
Todas las anteriores son situaciones en las que puede verse inmersa una persona en este proceso de aprendizaje llamado vida. Sin embargo, ¿puede considerarse qué toda experiencia genera un aprendizaje significativo? Si la respuesta es afirmativa, cabría preguntase ¿por qué los seres humanos tendemos a tropezarnos más de una vez con la misma piedra? ¿Qué nos lleva, en algunos casos, a cometer los mismos errores?
Por lo visto, responder negativamente al cuestionamiento inicial, daría más sentido al comportamiento del ser humano y flexibilizaría el planteamiento de las dos preguntas posteriores, ya que en efecto, no toda experiencia produce un aprendizaje significativo, entendido éste como la sabiduría aprendida que tiene un efecto transformador del ser y que permite al individuo adoptar conductas alineadas con los objetivos y metas que se plantee en cualquier ámbito de su vida.
Ahora bien, Carl Rogers es considerado el padre de la teoría del Aprendizaje Significativo, al cual denominó en alguna medida como experiencial, partiendo de la base de que el aprendiz debía ser un actor principal en este proceso, teniendo una participación responsable y consciente en el mismo, siendo el hacer un aspecto fundamental, donde el educando descubriera la utilidad y aplicabilidad de ese conocimiento en algún aspecto de su vida, ya que, lo anterior requería de un proceso introspectivo que no puede ser generado desde la lectura de las teorías y conocimientos plasmados en los libros o por la inducción de un tercero que es llamado a ser únicamente el moderador o facilitador en la obtención del aprendizaje en cuestión.  
Dicho autor consideraba que en el proceso de la configuración de ese aprendizaje significativo debían confluir tres factores:
·         El intelecto del aprendiz;
·         Las emociones del aprendiz y;
·         La motivación orientada al aprendizaje.
Para Rogers no se puede separar al individuo de sus experiencias previas y éstas a su vez constituyen una parte importante del aprendizaje significativo, ya que, la conjunción entre ésta y la experiencia nueva es precisamente lo que dará a luz a ese aprendizaje deseado.
Igualmente, considera fundamental la observación de las emociones del individuo, en virtud de que un mismo evento o estimulo puede generar sentimientos y emociones diferentes en cada persona, que estarán marcados por las experiencias previas de éstas, lo cual da un carácter muy particular, personal y genuino, tanto al proceso, como al aprendizaje en sí mismo.
Por otra parte, la motivación del educando jugará un rol importante en el aprendizaje significativo. Sobre este punto, Rogers advertía que lo que marcaría dicha motivación en el individuo, sería la utilidad que éste encontrase en el aprendizaje del caso para la consecución de la meta planteada, es decir, debía existir un fin y un propósito en la experiencia para generar el aprendizaje verdaderamente significativo, que causara un impacto transformador de la conducta y que permita la consecución del objetivo trazado.
Sin embargo y muy a pesar de todo lo anterior, no toda la información contenida en nuestro cerebro constituye un aprendizaje significativo que tenga una verdadera utilidad para el alcance de nuestros objetivos de vida, y ello quizás, sea una de las razones por las cuales hemos de tropezar más de una vez con esa misma bendita piedra, que será usted quien decida que nombre darle.
Siguiendo en esta línea de preguntas y respuestas, ¿Qué utilidad tendría llenarnos de aprendizajes significativos y que en determinado momento, éstos superen en número a ese conocimiento “basura” que se almacena en nuestro cerebro?
La respuesta a lo anterior, radica en la definición de aprendizaje significativo y en lo que éste causa en el ser, particularmente en ese efecto transformador. Imaginen que adquiriéramos plena consciencia de las áreas donde tenemos un margen amplio de mejora, tanto a nivel personal, profesional y espiritual, y que decidiéramos buscar formas de cerrar esa brecha en pro de nuestro desarrollo integral.
Cuando Rogers ideó su teoría del aprendizaje significativo jamás previó que ésta se convertiría en uno de los pilares filosóficos de la educación experiencial, concepto nuevo en la temática que nos ocupa, pero que guarda una gran relación, por cuanto, podría definirse como un estilo pedagógico que busca, desde la lúdica, generar un proceso reflexivo del individuo donde confronte sus experiencias previas con una nueva, que traiga como resultado un aprendizaje significativo.
De la definición anterior se puede inferir que le educación experiencial surge como una alternativa al formato academicista, ya que, no demerita el conocimiento y la sabiduría del individuo que se ven obligados a sucumbir ante la catarata de saberes impartidos por un educador, por el contrario, los usa a favor como un trampolín que genera el impuso para la adquisición de nuevos conocimientos o el fortalecimiento de los ya adquiridos, atendiendo y reconociendo las particularidades de cada ser, dándole justo valor a sus experiencias previas y emociones, y permitiendo que sea el sujeto quien determine la utilidad que éstos tengan en su vida y los aplique con el firme propósito de alcanzar las metas que se haya marcado, a través de un proceso de reflexión interna.
Así mismo, la educación experiencial pone de manifiesto y promueve, ya que es su objetivo, el almacenamiento de aprendizajes significativos en nuestro cerebro pero no como reliquias inertes y carentes de utilidad, sino como herramientas que constituyen para cada persona, un abanico de opciones y posibilidades a la hora de encarar las situaciones de vida que se le presenten, y a su vez, permitan el mejoramiento y desarrollo integral de ser, por su orientación al cambio, a la transformación y su consecuente promoción de la consciencia plena. 
Por lo anterior, se podría afirmar que existe un maridaje perfecto entre el aprendizaje significativo y la educación experiencial como herramientas para el desarrollo integral del ser humano, tomando en cuenta, que ambos tienen plena aplicabilidad en casi todo los aspectos y situaciones que se presentan en el transitar existencial de cada individuo y sin dudas ofrecen la posibilidad de un cambio en el paradigma en la educación, específicamente, en cuanto a la rigidez reinante en el proceso enseñanza – aprendizaje, al emplear la alegría, la lúdica y la diversión como elementos generadores de momentos de reflexión e internalización de nuevas ideas, conocimientos y perspectivas (experiencias) que permitan propiciar transformaciones en la conducta de las personas que redunden en el mejoramiento y el desarrollo integral de éstas.

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