viernes, 1 de mayo de 2015

CUANDO CALLO NO TE IGNORO; TE ESCUCHO

Alessandro D’Amico 
Anthony Hernández 
 Ramón Hernández  
YndiraMorales

Lo importante en la comunicación es el intercambio perfecto de la información. El ser humano  es capaz de lograr excelentes resultados en cualquier cosa que se proponga, pero debe tener siempre claro a donde va para encontrar la forma de llegar.

La palabra es acción y la acción produce cambio a la realidad. Por lo tanto, es importante prestar atención cada vez que somos parte de una conversación. Tenemos que ser parte activa del ejercicio de la comunicación por ser ésta la responsable de acciones que afectan nuestra vida.

Es necesario entender que la conversación es un intercambio de datos donde escuchar con interés y concentración es tan importante como hablar. De hecho, escuchar con detenimiento nos garantiza mejores herramientas al momento de hablar.

En su libro  El arte de recordar quien eres, OSHO planteando  la acción de  oír   y escuchar, argumenta: “Escuchar es completamente distinto a oír. Escuchar significa oír sin mente, escuchar significa oír sin que tus pensamientos infieran; escuchar significa oír como si estuvieras completamente vacío…cuando estás, puedes  oír; cuando no estás, puedes escuchar”.

En tal sentido, lo  planteado puede explicar algunos factores que intervienen en la escucha  profunda.  Uno de ellos es identificar la interpretación de las historias  cuando escuchamos. OSHO lo plantea en la cita anterior, escuchamos sólo cuando no estamos, entendiendo esto estar en  presencia plena sin  que nuestro interior de argumentaciones, alocuciones del evento que se nos está comunicando.

El escritor estadounidense, especialista en prácticas de gestión empresarial Tom Peters, recomienda “obsesionarse con escuchar”. La escucha profunda requiere prestar atención a las palabras y al lenguaje corporal de la otra persona, porque de esa manera podemos intuir mucho más significado de lo que esta persona nos trata de decir. Esto es, podemos escuchar tanto lo que sienten como lo que dicen.

La escucha se constituye entonces en una herramienta de alto calibre para el coach. Cabe destacar que de la escucha nace la pregunta potente, la cual es la que guía el proceso hacia el encuentro del cliente con esos pensamientos que han sido subordinados por los pensamientos automáticos.

Como herramienta, la escucha profunda muestra  al  cliente lo que el coach logra con su atención, con su disposición, con su corporalidad, erigiéndose como espejo, guía que retrata lo que se necesita para afianzar un encuentro profundo y dinámico.   
La forma más eficaz y sencilla de mostrar interés por otra persona es escuchar lo que dice, escuchar de verdad, enfocarse en lo que te está diciendo, en lugar de estar pensando que responder inmediatamente.

Si como coachs  permanecemos atentos, comunicaremos a nuestro cliente que su asunto a tratar nos interesa y eso le dará a éste la confianza para comunicarse con nosotros. Al igual, que si nos sentimos aburridos o con desidia, seguramente nuestro cliente empezará a sentir lo mismo. Es importante que como coachs ayudemos a crear un clima de interés con nuestro lenguaje corporal.

La   escucha profunda, nos permite sumergirnos en cada  acción  que emite nuestro acompañante. Por  un instante  dejamos   oír  sonidos  que no son  parte de la conversación,  comenzamos, nos conectamos con  cada movimiento  por delicado que  éste sea y estamos presentes  de forma consciente en el diálogo. Tener presente que tenemos 2 oídos y una sola boca: Al escuchar, a veces es necesario morderse la lengua para que nuestro cliente exprese sus ideas y sentimientos. Tener dos orejas nos indica que tenemos que escuchar el doble de lo que hablamos con nuestra boca.

El estado  real de la escucha  se define como la  acción de  estar atento y centrado en las palabras, gestos, posturas de nuestros clientes siendo nosotros parte de él. Cuando  se toma como referencia  lo planteado  sobre  oír y el escuchar es impresionante darse cuenta  que para el proceso de escuchar activamente  se deben  bloquear  nuestros pensamientos, y activarnos en la entrega de la  escucha ,sin replicar, ganándonos la confianza y sinceridad de quien nos habla.

Por otra parte el oír se describe como la acción biológica  que tenemos y que permite identificar sonidos. Muchos de nosotros en algún momento hemos hablado en situaciones que requerimos de valor para dejar fluir nuestros  argumentos, dejando abierta la brecha entre hablar y ser escuchados. Ciertamente cada día en nuestros hogares, trabajos o una charla cotidiana, nos brinda la oportunidad de aislarnos por un  momento.

El escuchar  tiene ámbitos donde se ven reflejados  las  acción de lo que  se dice, lo que se escucha, dándole un lugar a las acciones que se generan; debemos mantener el nivel de concentración para identificar  en las palabras afirmaciones, declaraciones, peticiones, ofertas  y promesas, se asombrara de los que puede descubrir con la escucha profunda.
El escuchar nos brinda la oportunidad  de estar en el aquí y el ahora, de conectarnos y entregarnos  a la conversación con nuestro cliente.

Escuchando los pensamientos generamos el primer nivel de escucha profunda, porque encierra el riguroso ejercicio de observar desde el silencio interior, ese que nos hace testigos, ese que se hace esclavo de la bulla cotidiana, el que se deja envolver por el a menudo tortuoso pensamiento automático que se presenta raudo, sin invitación, dejando estelas de agotamiento por el peso que lo acompaña.
En la escucha profunda nuestro interlocutor,  conecta con su capacidad creadora, la cual está adormecida muchas veces por procesos de auto saboteo y la manera como construye su realidad. A través de ésta el coach valida la presencia del otro y el cliente pasa de ser un objeto pasivo, a convertirse en una persona que re-elabora su visión a partir de sus propios "insights".

El coach al escuchar se prepara para generar preguntas reveladoras para su cliente, porque como sucede en el KAIZEN, la pregunta ilumina el hacer y al ser. Al estudiar los sentidos del ser humano, la audición es más primitiva que la visión. Inclusive, podría afirmarse que primero el ser humano aprendió a escuchar y luego a hablar. Pero es curioso como la capacidad de escuchar de manera profunda no se le da tanta prioridad como a la capacidad de hablar, en la vida cotidiana.

Saber escuchar es el ingrediente vital de una conversación satisfactoria, productiva e interesante. En coaching, la escucha profunda es la capacidad de centrarse en lo que dice y lo que no dice nuestro cliente, para comprender el significado de sus palabras en el contexto adecuado y ayudarlo a expresarse. Es importante recordar que en gran parte de las situaciones cotidianas, el cuerpo comunica lo que las palabras no están comunicando. Por ejemplo, si un cliente reporta con sus palabras que se siente alegre, pero en su cara notamos la boca cerrada con las comisuras de los labios hacia abajo y sus brazos y piernas cruzadas, probablemente no se encuentra alegre.

Finalmente, el compromiso, dentro de ejercicio de la comunicación nos promueve evitar los pensamientos y ruidos internos que nos distraigan de la atención que requiere nuestro cliente para ser escuchado, al igual que no interrumpir para contar alguna anécdota personal.

Por lo tanto, evitar hacer juicios sobre lo que nos está diciendo nuestro cliente. Parafrasear cada cierto tiempo lo que nos cuenta el cliente. Resumir, reiterar para asegurar la claridad y estimular la expresión de sentimientos por parte de nuestro cliente.
El aumento en la confianza generará la sintonía requerida para develar mejor el quiebre de nuestro cliente y alcanzar así, excelentes resultados. 

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