El Coaching y la Educación Experiencial son herramientas de aplicación en diversas esferas de la vida humana, que hasta ahora parecen estar naturalmente en un mismo contexto, pero que definitivamente su articulación no se ha desarrollado de forma específica. Es decir, se han utilizado como
instrumentos educativos que complementan uno la acción del otro, pero que a mi
juicio, no se ha concretado una fusión íntima que opere en la dirección que les
permita convertirse en una esencialidad que puede ser intensamente más exitosa.
No sólo porque sus componentes individuales ya son motivo de triunfo en su
dimensión individual, sino que existen certeros núcleos de su accionar que
articulan temática y actitudinalmente, que hacen a las dos disciplinas viables
de conectarse más allá de una visión complementaria.
Para transitar esta apreciación de simbiosis emitida como
premisa básica de este artículo, habría que comenzar por expresar que su
acercamiento más vital se encuentra en sus métodos de intervención; que en el
caso de ambas disciplinas en lo técnico, refiere a un contexto de participación
“voluntaria”. Este aspecto describe un contexto de mucha importancia en el campo
del aporte ulterior que se quiera dar tanto al Coaching como instrumento de acompañamiento individual, de
procesos, organizacional, de equipos, es decir de la innumerable variedad de
modalidades de uso que éste posee y ejerce; como a la Educación Experiencial,
que en el plano de la participación transita por los caminos del principio que
las personas aprenden mejor cuando entran en contacto directo e “intencional”
con sus propias experiencias y vivencias, es un aprendizaje “haciendo” que
reflexiona sobre el mismo “hacer”. Aquí puede verse esa primera superposición
disciplinar que se expresa en esa voluntariedad e intencionalidad con la cual se
abordan sus procesos de intervención.
Otro elemento de importancia al establecer la asociación
natural de las disciplinas, se describe en los procesos de asunción de
mecanismos de creatividad para modificar procesos de funcionamiento vital, en lo
individual y lo colectivo. En este aspecto ambas disciplinas en lo metódico se
constituyen como mecanismos básicos de acompañamiento con el propósito de
encauzar procesos de cambio y transformación para hacer más efectivo y eficiente
su quehacer; dentro de un punto esencialmente focal, que implica que los
aprendizajes “emerjan” de sus propias vivencias y experiencias cotidianas, pero
que mediados a través de situaciones provocadas de participación creativa y la
búsqueda apreciativa mejoren sus resultados.
Por una parte el Coaching se encauza hacia el establecimiento de un plan
metódico en un período de tiempo con el propósito de alentar y complementar la
eficaz aplicación en la participación de individualidades y colectivos en un
espacio compartido, lo cual supone que su fuente primaria está en esa conexión
con un Coach para que de esa vivencia surjan las características de su nueva
relación y participación con el resto de las personas que comparten ese
espacio
En el contexto de la Educación Experiencial, se compromete
activamente a los participantes con la finalidad de estimular el aprendizaje,
generalmente se usan actividades físicas y emocionales prácticas donde los
participantes son guiados por un facilitador experimentado, con el propósito de
activar un proceso de reflexión, para que las nociones teóricas y abstractas se
puedan integrar con la experiencia práctica. Los pensamientos y visiones
resultantes son convertidas en generalizaciones, que pueden aplicarse a otras
situaciones para ser probadas y recomenzar el ciclo.
En estas apreciaciones conceptuales, ya se puede observar de
forma diáfana que quien desee transitar la mixtura entre Coaching y Educación Experiencial tendrá ineludiblemente que
recorrer algunas actitudes fundamentales que las modulan y las convierten en la
multi-herramienta poderosa que seguros estamos permitirá que surjan los procesos
de cambio sustancial que las personas y las organizaciones donde están se
agrupan requieren.
A mi juicio, florece entonces un componente central en la preparación de facilitadores que se propongan articular ambas disciplinas y concentren su acción en el robustecimiento de las capacidades que de estaarticulación pueda germinar a favor de construir nuevas y más variadas premisas
para solidificar actitudes de tan vital importancia como el liderazgo, la
facilitación de grupos y procesos, la constitución de equipos de alto desempeño,
el manejo de las decisiones, del manejo de los procesos de negociación y
resolución de conflictos, el poder de los mecanismos comunicacionales, en fin,
un innumerable conjunto de situaciones que se dan en la relación interna de las
personas y con los demás en el contexto organizacional y laboral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario